Antonio Mamani - El Ojo del Pueblo
¿Quién fue Antonio Mamani? ¿Por qué le decimos "El Ojo del Pueblo"?
Antonio Mamani fue EL fotógrafo del barrio. No hubo evento familiar, religioso, cultural en el que no haya estado con su cámara. A través de ella logró captar la esencia del Bajo Flores y retratar momentos que perdurarán en el tiempo gracias a él, a su cámara, su sensibilidad y su mirada.
Antonio, El Ojo del Pueblo (como lo renombró Hernán Morelli), es un artista extraordinario. A través de su obra se puede apreciar la vida cotidiana, sencilla y humilde de quienes habitamos el Bajo Flores. Mirando sus fotos detenemos el tiempo, nos transportamos a otra, recordamos lo que parecía haberse borrado de nuestra memoria.
Sus fotos han sido fundamentales para la reconstrucción de la historia de un barrio que tiene mucho para contar. Qué dicha la del Bajo Flores contar con un artista de esta envergadura. Capaz de mostrar lo trascendente de la vida a través de la simpleza de las cosas, de los paisajes y de los rostros del Bajo Flores. Dichoso nuestro barrio de tenerte.
Gracias a Sandra (su hija) y su familia por enviarnos las fotos y los hermosos textos que las acompañan que son autoría de la propia familia de Antonio, El Ojo del Pueblo.


Antonio Mamani con su cámara
Antes de que la actual cancha de San Lorenzo levantara sus tribunas y el barrio empezara a llenarse de voces, este lugar era puro silencio. Campo abierto. Un horizonte llano, verde, que parecía no terminar nunca. Y en medio de ese mundo sin apuros está él: Antonio Mamani, con su cámara como única compañera, intentando guardar para siempre un tiempo que ya no existe.
Le decían “el ojo del pueblo” porque tenía un don que no se aprende: el de ver lo que otros no veían. Mientras muchos pasaban sin mirar, él descubría historias escondidas en el viento del descampado, en la luz que bajaba suave sobre la tierra, en los gestos de la gente que vivía a los bordes de todo. Para Antonio, una foto nunca era solo una foto: era una forma de querer, de cuidar, de dejar huella.
En la imagen se lo ve firme, atento, con esa calma de quien sabe que está capturando algo más grande que un paisaje. Detrás de él, el campo se abre como una hoja en blanco; delante, su lente escribe una memoria que hoy vuelve para abrazarnos. Porque cada rincón tiene un origen, y siempre hay alguien, como él, que lo mira con el corazón antes que con los ojos.
Año 1968
Lugar: Bajo Flores
Donada por Sandra Mamani Diciembre 2025
Texto: Familia de Antonio Mamani
Foto: Pertenece al Archivo de Fotos de Antonio Mamani


El Tronco
Este tronco, sencillo y marcado por el paso del tiempo, se encontraba en la puerta de la casa 962, la casa de Fortunata García, suegra de Antonio Mamani y madre de Modesta. Fue mucho más que un objeto: se transformó en punto de encuentro cotidiano, en un lugar donde las tardes y las noches se llenaban de voces.
Allí los vecinos se sentaban a conversar, a contarse lo ocurrido durante el día, a compartir preocupaciones, anécdotas y silencios. No hacía falta invitación ni horario: el tronco estaba siempre, acompañando. En ese espacio mínimo se tejieron vínculos, se reforzaron afectos y se sostuvo la vida comunitaria.
Si este tronco hablara, contaría innumerables historias: de llegadas desde lejos, de trabajos duros, de familias que se fueron armando con esfuerzo y de un barrio que aprendió a hacerse hogar. Relataría cómo, palabra a palabra, se fue construyendo la memoria colectiva.
Antonio Mamani supo detener su mirada en este rincón simple, entendiendo que también allí había historia. Su fotografía no retrata solo un tronco frente a una casa: preserva un testigo silencioso de la vida barrial, un lugar donde la comunidad se encontró, se pensó y se reconoció.
Casa 962, Ex Villa 1-11-14
Año desconocido
Donada por Sandra García Mamani de la colección de fotos del Archivo de Fotos de Antonio Mamani
Texto: Elaborado por la familia de Antonio Mamani
Casas del Bajo Flores- La historia que se niega a desaparecer
Entre estas paredes vivió Fortunata García junto a su familia, quien fue suegra de Antonio Mamani. La fotografía conserva no solo una casa, sino la historia íntima de un barrio y de quienes lo habitaron, aun después de su erradicación.
En la foto que capturó Antonio no hay solo una casa: hay un tiempo detenido. Las viviendas numeradas 961 y 962 resisten en la imagen como testigos mudos de lo que fue la antigua Villa 1-11-14 antes de su erradicación. Son paredes que conocieron rutinas, miedos, celebraciones mínimas y una vida que no siempre encontró lugar en los mapas oficiales.
La calle, entonces llamada Barros Pazos y Potosí, hoy rebautizada como Presidente Camilo Torres y Tenorio y Pedro Giacchino, marca algo más que un cambio de nombre. Marca una frontera entre el ayer y el después. Antonio, con su cámara, no documentó una demolición sino una memoria: la de un barrio que existió, que tuvo identidad y que sigue viviendo en quienes lo habitaron.
En esa imagen, lo que permanece no es la casa, sino la historia que se niega a desaparecer.
Casas 961 y 962 – ex Villa 1-11-14
Año circa 1970
Donadas por Sandra Mamani del Archivo de Fotos de Antonio Mamani
Texto elaborado por la familia de Antonio Mamani


Infancia y memoria
Esta fotografía registra un tiempo de desaparición. Las casas comienzan a faltar, una tras otra, como consecuencia del proceso de erradicación de la villa 1- 11 - 14. Lo que antes era hogar se vuelve vacío, escombro, ausencia. El barrio cambia de forma, y con él, la vida cotidiana de quienes lo habitaban.
En medio de esa transformación forzada, la infancia encuentra otra manera de mirar. En la imagen aparece Karina, sola, detenida frente a la tierra removida. Allí descubre algo que aún insiste en crecer: plantas, flores que brotan entre los restos. En ese gesto íntimo surge el asombro. La naturaleza se vuelve refugio y consuelo.
Es un instante que se guarda para siempre. Porque después vendrá el desarraigo, el traslado, el lugar sin la tierra conocida. Y esta escena quedará en la memoria como huella de lo que fue, de un barrio que se iba borrando mientras la vida buscaba cómo seguir.
Antonio capta ese momento frágil y verdadero. Su fotografía no niega la pérdida, pero tampoco la resignación. Deja constancia de cómo, incluso en medio de la erradicación, una niña y la tierra encontraron la forma de decir presente.
Años Fines de años 70
Donada por Sandra Mamani del Archivo de Fotos de Antonio Mamani
Texto elaborado por la familia de Antonio Mamani


Procesión de la Virgen
Esta fotografía registra una de las primeras procesiones realizadas en la villa 1-11-14 por la parroquia Santa María Madre del Pueblo, y fue documentada por Antonio Mamani, quien con su cámara dejó testimonio de los momentos fundacionales de la vida comunitaria del barrio. Su mirada permitió que estas escenas no quedaran en el olvido, aun cuando en muchas ocasiones su autoría no fue reconocida.
Entre los vecinos que avanzan se distinguen Ana María, Modesta y Emiliana. Sus rostros reflejan una fe sencilla y profunda, una manera de caminar abrazadas a la creencia, confiando siempre en María como madre protectora y guía. No es solo una procesión: es una expresión de entrega, de confianza y de pertenencia.
Al fondo de la imagen aparece Ramoncito llevando a la Virgen de Luján. La figura mariana avanza entre las calles del barrio acompañada por su pueblo, como símbolo de amparo para quienes llegaron desde distintos lugares del país y encontraron en la fe católica un punto de unión.
La Virgen no solo bendice el camino: lo comparte.
La procesión se convierte así en un acto colectivo donde la fe une, sostiene y da sentido. La iglesia católica, presente desde los primeros años del barrio, fue mucho más que un espacio religioso: fue casa, refugio y lugar de encuentro. A través de esta imagen, Antonio Mamani deja testimonio de un tiempo en el que creer también era una forma de resistir y de construir comunidad.
Año 1972-1974
Donada por Sandra Mamani del Archivo de Fotos de Antonio Mamani
Texto elaborado por la familia de Antonio Mamani


En aquellos años, cuando viajar no era solo trasladarse sino volver a las raíces, cada partida se transformaba en un ritual colectivo. Bastaba con que corriera la voz de que algún vecino emprendía el viaje hacia sus pagos para que la cuadra empezara a poblarse de despedidas. Los vecinos se acercaban de a poco, con abrazos largos, apretones de manos y saludos cargados de nostalgia. Muchos veían en ese viajero la posibilidad de reencontrarse, aunque fuera a la distancia, con familiares que ellos mismos no podían visitar: padres, hermanos, hijos que habían quedado lejos, en otra provincia o incluso en otro país.
No era raro que junto al abrazo se entregara un pequeño regalo, una carta, una encomienda sencilla pero llena de afecto, destinada a esos seres queridos ausentes. En esos gestos mínimos se condensaba una comunidad entera, un barrio que se sostenía en la solidaridad y en la memoria compartida.
En esta imagen, el viaje tiene un nombre propio: Fortunata García, vecina querida y suegra de Antonio Mamani, el fotógrafo que supo registrar como pocos la vida cotidiana de la villa en aquel tiempo. Antonio no solo documentaba con su cámara; también era parte de esas despedidas, de esos silencios y emociones que quedaban suspendidos en el aire antes de partir.
A su lado aparece Modesta, el gran amor de Antonio, embarazada, esperando a su hija Sandra. La vida avanzaba incluso en medio de las ausencias, y esa espera anunciaba futuro en un contexto marcado por la distancia y el desarraigo. La fotografía captura así mucho más que una despedida: guarda la promesa de los reencuentros, el peso de la historia familiar y la ternura de un barrio que aprendió a abrazarse antes de decir adiós.
Año 1985
Donada por Sandra Garcia Mamani del Archivo de Fotos de Antonio Mamani
Texto elaborado por la familia de Antonio Mamani



